countless journeys countless emotions

Ese era el nombre del mail que me mandó mi amigo Louis Vuitton, con una publicidad de la última campaña con esta foto:

Yo quiero viajar todo el tiempo y que el Chú y yo nos veamos así, relajados, pensando en nada y rodeados de maletas LV (obvio que no es porque sea MI chico, pero André Agassi no le llega ni a los talones, y yo preferiría tener SOLAMENTE la plata de Steffi Graf, y nada más. Ni siquiera le pido el talento).

Es una semana jevi esta. Re. Y se viene otra a fin de mes que ni te cuento. Buh!
Igual, prefiero. La semana pasada no fue una de las mejores.
Ahora, por ejemplo, a la una y media de la mañana me voy a poner a hacer una monografía y estoy hasta las bolas con el tiempo. Y mañana arranco a las ocho.
Jo. Pero hay alegría igual. Debe ser este calorcito raro que me motiva. O el simple hecho de que después de una mala racha, cualquier pequeña insignificancia medianamente simpática te alegra un toque la vida.
O no tiene porque ser necesariamente algo copado. Hoy por ejemplo me enteré que era el último día para anotarme al examen de inglés, y me fui lo más campante y tarareando bajito a las cuatro de la tarde.
En otra ocasión, habría puteado, enojado y me habría hecho la rebelde con causa, negandome a ir hasta la facultad y dejando el trámite para diciembre. Pero no. No fue así. Al contrario.
Se, definitivamente algo está pasando. Tal vez sea eso. Tal vez es verdad eso de que siempre que llovió, paró. La vida sigue. Y a veces no nos damos cuenta de que hay que preocuparse por lo que y por quienes realmente valen la pena. Al tío lo voy a extrañar. Puff.