jueves, noviembre 8

hard day's nite

El miércoles. Gracias dior que ya se termina. Juro que no sé si aguantaría así un mes más ponele. El próximo mierd tomo parcial, el otro entrego las notas, y a otra cosa mariposa.

El viernes. Alumnos particulares + una monografía sobre Revolución Cubana de 20 páginas para las seis de la tarde, y todavía no terminé el encuadre internacional, o sea, la primera parte, o sea, menos de un cuarto de monografía. Osea, no. Lítica. (pupupuff, jerga arqueológica, que más da, si algún entendido lee, sabrá interpretar mi chiste a lo Marley a esta altura del año, a esta altura del cuatrimestre -porque aún soy estudiante-, a esta altura de todo). No llego ni en pedo. Me doy. Ahora no pienso hacer nada porque son casi la 1.30 a.m., después de un miércoles fatal, desde las 6.30 también a.m., dando clase in the morning, paseando por el Once con mi middle sister, haciendo abstracts en el Elida's Hair Institute (también ICA), más los chistes de George of the jungle, gente pululando por doquier y vos la mejor cara, y again dando la otra clase, en la otra facu in the evening (porque MI facu es Puan, see, es fea, tiene mucho papel colgando, la gente es rara, pero es MI facu; ahí derroché los últimos 6 años de mi vida, y la quiero, mal que te pese) , y después a buscar el aparatito tecnológico que me compré por una de las grandes tiendas virtuales. Debuté en una tienda virtual y me fue rebien. Y vamos por más.

Muchas cosas hoy. Retomando el Once, que hoy me conquistó: me compré toooodaaass las porquerías para mí, para mi sobrina, y ví cosas para MI casa (esa de la que cada vez habló más y más, que ya estoy armando aunque físicamente no exista, con cosas adquiridas primero en Tilcara, después en Bolivia, y ahora en el Once, y que así y todo, va a quedar toccc), me peliiiié con vendedoras mala onda, me divertí como loca revolviendo negocios chinos y judíos y llegué al Institute con las manos negras de tanto revolcarme entre góndolas de hipernegocios de carteras, de cosas rosas, de pelotudeces en general. Y vamos por más también. Estoy organizando un equipo comando para invadir el Once y que no me rompan las pelotas con la compra mínima de 20 pesos, porque si vendés todo rebarato, es difícil que una persona llegue a los 20 pesos. O no.

Y retomando mi compra virtual, fui a buscar el artilugio, y el negocio resultó ser un estudio de profesionales reloco; no entendía mucho. Me limité a esperar, pispiar así de reojo los títulos que colgaban de las paredes empapeladas, llegó otro chico que también parecía intimidado, no hablamos ni una palabra, esperamos, yo pagué primero, saludé gentilmente por la buena atención, y me fuí cantando bajito debajo de la garúa finita que empezaba a caer, disfrutando el pucho de cierre del día agitado, divertido, agotador, caluroso, pero pará un toque que más no puedo.

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